miércoles, 25 de marzo de 2015

Siempre he sido la típica chica que se sienta con los pies subidos en la butaca del bus mientras en sus manos tiene un buen libro y escucha su canción favorita por uno de sus auriculares, mientas que por la otra oreja escucha cada mínimo detalle del mundo. Esa clase de chica que puede quedarse mirando cada escaparate cuando va por la calle, y no porque le guste la ropa que hay en él, sino para ver su reflejo. De esas que no pueden mirarte a los ojos cuando le hablas. Siempre he sido de las que apartan la mirado cuando se habla de sentimientos, la que juega con sus manos nerviosa y de las que se tapan las muñecas con la sudadera tres tallas más grande. De las que una tarde de lluvia prefiere quedarse en casa escuchando música, viendo una peli o leyendo un libro. Esa que escribe en una libreta sabiendo que no hay mejor confidente que uno mismo, esa que piensa siempre lo peor de si misma y lo mejor de todos los demás. Esa que se decepciona constantemente y que finge que los demás no la decepcionan para no perder a aquella gente que cree importante aún sabiendo que no lo es. Ese tipo de chica que cuando está mal te contestar borde. Que no quiere conocer a más gente que sabe que acabará perdiendo. Esa que lo da todo una y otra vez por una persona aún sin recibir nada a cambio. De esas chicas a las que pequeños detalles como un abrazo o unos dedos que encajen con los suyos la hacen feliz. De las que no se cansan de intentar hacer que la gente sonría, de las que llora cuando nadie la ve para no preocupar a la gente que quiere. Y por ser así me he llevado mil decepciones y he perdido a gente que no veo que siga aquí como tantas veces me prometía. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario