jueves, 16 de abril de 2015

Ya no espero nada de nadie. Ya no confío en nadie. Me olvidé del mundo porque el mundo se olvidó de mi. Aprendí que la gente hace lo que le conviene, que te aconsejan y escuchan para luego ir contando tus debilidades y puedan hundirte más fácilmente. Y que lo hacen todo por puro ocio, para disfrutar durante un instante de cómo se te viene el mundo encima. Que siempre hay alguien que se cuela en tu vida haciéndose pasar por alguien importante. Que la gente te engaña, te sacude y te tira al suelo, y que al final o te levantas o te pisan. Aprendí que cuanto más alto estés más grande será la caída. Que cuanto más te conocen más fácil les es hacerte daño, que cuando menos sepa la gente de una relación más durará, que los únicos que no mienten son el tiempo y la muerte, que las mejores personas no visten trajes planchados ni ocupan asientos importantes, sino que aguantan la lluvia, nieve y tormenta, pasan frío y y ocupan camillas hospitalarias. Y que es cierto que hay que caminar erguido, con la cabeza bien alta, pero tampoco hay que olvidarse de que existe el suelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario